Actualización Abril 15, 2025 por Vito Martínez
Nos mienten descaradamente.
Sabemos que lo hacen.
Y aún así… compramos.
¿Por qué?
Porque la persuasión es más poderosa de lo que creemos.
Actúa en silencio. Se cuela entre emociones, sesgos, impulsos.
Y cuando queremos darnos cuenta, ya dimos clic. Ya dejamos la tarjeta. Ya compramos.
Lo curioso es que hasta quienes conocemos los principios detrás de todo esto también caemos. Yo lo he hecho. He pisado el palito.
He comprado cosas que no necesitaba. Me han ganado el ritmo, la promesa, la sensación de escasez, el testimonio emocional.
Y sí… me dio vergüenza. Pero ahí está el detalle.
La persuasión no es el problema.
El problema es no saber usarla a conciencia.
En este camino de pasar de freelancer a dueño de agencia, uno de los grandes puntos de quiebre es dejar de operar como técnico y empezar a operar como estratega.
Y eso implica entender, dominar y aplicar los principios de persuasión no para manipular, sino para servir mejor.
Porque en esta industria, el amateur trata de convencer a la fuerza, mientras que el profesional construye influencia desde la comprensión profunda del cliente.
Pero quiero que lo entiendas con claridad:
La persuasión no se trata de convencer. Se trata de conectar.
Y la conexión verdadera solo es posible si primero te haces una pregunta brutalmente honesta:
¿Mi producto o servicio realmente ayuda a las personas que quiero ayudar?
Si la respuesta es no, entonces todo lo que hagas después es manipulación.
Pero si la respuesta es sí —y espero que lo sea— entonces lo que tienes no es una opción, es una obligación:
Tienes que aprender a comunicarlo con precisión, emoción y autoridad.
Porque mientras tú lo piensas, alguien con menos talento, con menos conciencia, con menos integridad… ya lo está vendiendo mejor.
Esta es la verdad incómoda: No basta con tener algo bueno. El mercado no premia la bondad. Premia la claridad. Y si no aprendes a transmitirla con estructura, con intención y con fuerza… vas a seguir atrapado en la rueda del freelance.
Intercambiando tu tiempo por dinero. Compitiendo por precio. Esperando que “alguien vea lo valioso que eres”. Pero eso no pasa. Porque en este juego, no gana el mejor producto, gana el mejor mensaje.
Y si tienes algo bueno que ofrecer, entonces tu deber es convertirte en el mejor comunicador posible de esa solución.
Eso, para mí, es ética.
Eso, para mí, es marketing con propósito.
Y eso, sin duda, es el paso que convierte a un freelancer en dueño de una agencia que marca la diferencia.
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